El peronismo huele a polillas, y no. Es antiguo y recalcitrante, y no. Hay un sustrato simbólico, que emociona profundamente, o no. Esa entelequia vaga que para gente de nuestra generación sólo puede ser literatura y para nuestros padres un recuerdo vago de la infancia: la muñeca o el camión de la Fundación Evita. Y si siempre el peronismo fue una confusión, una especie de doloroso malentendido, a medida que pasen los años sólo podrán complicarse las cosas, tanto las imágenes de lo que el peronismo alguna vez fue, como el camaleónico peronismo reinante. El peronismo que es el hada buena de Evita, la truchada y la violencia política desatada. El peronismo actual que puede ser tecnológico, moderno o marketinero.
Lo que es indudable es que así como el peronismo moldeó de forma caprichosa la cultura política argentina, también tiñó nuestra literatura. Y muchas de sus mejores o peores páginas lo evocan, lo analizan, lo increpan, lo denostan, lo plasman...
(Extraído de SIBELIUS)