Coincido con Fernando Noy, el presidente de la noche que es necesario un espacio para el amor, un amódromo, un sexódromo donde se pueda ir a hacer el amor tranquilo y nadie moleste a hombres o mujeres o lo que fuere. En este país el sexo ha perdido residencia fija. Esto es lo que le pediría a alguien en el futuro, que trate de posibilitar una zona de placer, de exclusión del riesgo para el maravilloso y torturado fruto del deseo.